sábado, 23 de julio de 2011

el bolígrafo de gel verde

Un salto. Sólo un salto y se acabó. Calculé que había varios metros, los suficientes para no poder volver a subir. 
Un salto.
Nadie me oiría caer; nadie me oiría gritar, porque gritaría.
Un salto.
Sólo un salto y se acabo todo. Pero gritaría.
Un salto.
¿Por qué, aun hundidos, nos aferramos tanto a la vida?
Un salto.
Pero no salté.
Nunca he sabido si en aquel momento fui demasiado cobarde o demasiado valiente.
Me derroté allí, sobre una pasarela de cemento, en un punto perdido donde cada pensamiento sabía a fracaso, donde cada recuerdo sabía a dolor.
Con el cuerpo aferrado a la valla me dormí. Quizás fue la única forma que encontré para olvidar el pasado.
Imposible.

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