sábado, 1 de enero de 2011

El tiempo


Una cosa de gran importancia puede afectar a un pequeño número de personas. De igual modo una cosa de escasa importancia puede afectar a una multitud. Sea como fuere, un suceso -ya sea grande o pequeño- puede afectar a toda una cadena de personas. Los sucesos nos pueden unir. Como pueden ver, estamos hechos de lo mismo. Cuando ocurre algo, se desencadena una reacción en nuestro interior que nos hermana con una situación, con otras personas, iluminándonos y uniéndonos como lucecitas en un árbol de Navidad, enroscadas y retorcidas, pero así y todo conectadas en un cable. Unas se apagan, otras titilan, otras arden con fuerza y brillo, y sin embargo todos estamos en la misma ristra.
Una lección halla el denominador común y nos une a todos, como una cadena. Del extremo de esa cadena pende un reloj, y la esfera de ese reloj refleja el paso del tiempo. Lo oímos, oímos el leve tictac que rompe el silencio, y lo vemos, pero a menudo no lo sentimos. Cada segundo deja su marca en la vida de cada persona; viene y va, desapareciendo calladamente, sin fanfarria, desvaneciéndose en el aire . Si el tiempo es suficiente, sentimos calor,; cuando nuestro tiempo se agota, también nos deja fríos. El tiempo es más precioso que el oro, más precioso que los diamantes, más precioso que el petróleo o cualquier otro tesoro valioso. Nunca tenemos bastante tiempo, el tiempo desata la guerra en nuestro corazón, así que tenemos que saber gastarlo. El tiempo no se puede envolver ni adornar con un lazo, no se puede dejar bajo el árbol la mañana de Navidad.
El tiempo no se puede regalar. Pero se puede compartir.


No hay comentarios:

Publicar un comentario